...y un día, de repente, dejamos de hablarnos. Así, con la misma
sencillez con la que se levanta alguien de su butaca cuando acaba un
concierto magistral. También así, con esa extraña sensación que deja la
música bien adentro, atravesada en el alma, también así fue que nos alejamos.
Aún me sé tu número, y probablemente tú
recuerdes también el mío. Todas las notas pequeñas que me diste se
quedaron en el mismo cajón, y el libro, y las fotos... Todo
eso sigue en su lugar, como si nada hubiera ocurrido.
Pero sí que
algo ocurrió: Ya no pronuncio tu nombre, ni busco escuchar tu voz, y
cuando me preguntan por ti, niego con la cabeza y cambio la
conversación.
El café me ha puesto triste.
Me supo a ti: A deliciosa amargura en la boca, calor en los ojos, y añoranza en el corazón.
Te extraño, y lo admito sólo aquí, en el secreto que me da el saberme lejos de ti.
Y yo a ti.
ResponderEliminar¿Por qué dejamos de hablarnos mujer?
ResponderEliminarNi siquiera yo lo sé...
ResponderEliminar¡Que bobo! ¿no?
ResponderEliminarBastante :)
ResponderEliminar:) Basta de tonterías entonces ¿no crees? :)
ResponderEliminarLa peor batalla es la que no se intenta.
ResponderEliminar¡O eso, pues!